ADOLESCENCIA

Con trece años de edad, María Inés, hermana mayor de Cecilia, conoció el Movimiento de los Focolares, fundado por Chiara Lubich en 1943, al que adhirió más tarde toda su familia. 

“… como fue una de las primeras familias que adhirieron a un movimiento en Punta Alta, se convirtieron en “sembradores” de esta semilla en mucha gente, y su casa fue, de modo natural, un centro espontáneo: ya fuera para aquellas personas que querían sumarse al Movimiento, para aquellos que querían saber de lo que se trata, como para aquellos que viajaban especialmente desde la capital federal para llevar las últimas noticias de la vida del movimiento en diferentes partes del mundo, los mensajes de Chiara Lubich, o para organizar encuentros con el espíritu de los focolares”. (fragmento del libro “Tus caminos son una locura” de Licy Miranda, Editorial Ciudad Nueva)

En Cecilia existía la inquietud de interesarse por los demás. Por eso, a la hora de la siesta solía asomarse a la ventana para ver pasar a las personas, las observaba y dentro de ella se preguntaba quiénes serán, qué realidad de vida tendrá cada una de ellas.

A los diecisiete años enfermó su mamá, estando largas temporadas en cama. Los dos hermanos mayores se encontraban estudiando fuera de la ciudad y los dos menores eran pequeños, así que Cecilia se convirtió en puntal para sostener la realidad familiar junto a su padre. Además, realizando un gran esfuerzo, logró estudiar y rendir los exámenes para terminar el secundario.

“Una de sus tías (…) Cuenta: “Una vez que (como nos pasa a veces a las personas mayores) me quejaba, me dijo: ¿Cómo podés decir esto? ¿No ves tus alegrías? Y yo, con sus palabras, que uno puede aprender a ver la vida de otra forma, saliendo de uno mismo y viendo la realidad en su totalidad. Entonces uno de los que tienen las alegrías tienen la misma intensidad. Lo que pasa es que a la alegría no se le da tanta importancia como al dolor.” (fragmento del libro “Tus caminos son una locura” de Licy Miranda, Editorial Ciudad Nueva)

“Ceci en realidad para nosotros era un sol. Nos llevábamos seis años y en el transcurso de la vida compartida, en las distintas etapas que eran un factor común: ella era incondicional.
Ya sabías antes de la hora de la época pre-, que ella, o te iba a dar, o te iba a escuchar, o te ibas a acompañar, o te lo prestaba, particularmente a mí, la ropa.”
(Testimonio de Teresa, hermana menor)